Me doy cuenta al escribir esto de que me he alejado de la felicidad que debería haber asistido a aceptar un premio literario. Estoy muy feliz de aceptar este gran honor, por favor no me equivoque. Estoy más que feliz, estoy sorprendida. Cuando empecé a escribir nunca imaginé que alguien fuera de mi vecindario leería estos libros, no importa fuera de Inglaterra, no importa «en el continente», como a mi padre le gustaba llamarlo. Recuerdo lo atónito que me quedé al embarcarme en mi primera gira de libros por Europa, a Alemania, con mi padre, que había estado aquí por última vez en 1945, como joven soldado en la reconstrucción. Era un viaje lleno, para él, de nostalgia: había amado a una chica alemana, allá por 1945, y uno de sus grandes remordimientos, me confesó en aquel viaje, no se casaba con ella y en vez de eso volvía a casa, a Inglaterra, y se casaba primero con una mujer y luego con otra, mi madre.
Estoy seguro de que hicimos una pareja divertida en esa gira: una joven negra y su anciano padre blanco, agarrando nuestras guías y buscando los lugares de Berlín que mi padre había visitado casi cincuenta años antes. Frases bonitas de amistad. De él he heredado tanto mi optimismo como mi desesperación, porque él había estado entre los libertadores de Belsen y, por lo tanto, había visto lo peor que este mundo tiene para ofrecer, pero desde allí había avanzado, con un corazón y una mente suficientemente abiertos, avanzando en un matrimonio fracasado y luego en otro, casándose ambas veces a través de varias líneas de clase, color y temperamento, y aún así encontrándose en las razones de la vida para ser alegres, razones incluso para la alegría.
Era, me doy cuenta ahora, una de las personas menos ideológicas que he conocido: todo lo que le sucedió lo tomó como un caso particular, incapaz o no deseoso de generalizarlo. Perdió su sustento pero no perdió la fe en su país. El sistema educativo le falló, pero aún así lo reverenció y depositó en él todas sus esperanzas para sus hijos. Sus relaciones con las mujeres eran en su mayoría desastrosas, pero no odiaba a las mujeres. En su mente no se casó con una chica negra, se casó con «Yvonne», y no tenía un grupo experimental de niños mestizos, nos tuvo a mí y a mi hermano Ben y a mi hermano Luke.